Seguramente no haya nadie, o casi nadie que no conozca esta
foto. Pero, ¿La historia?
Sucedió el 14 de agosto de 1945. Nada más acabar la segunda
guerra mundial, un marinero, eufórico deambulaba por entre las miles de
personas que se encontraban en Times Square y al ver a una enfermera que sabía
que había ayudado a los heridos de guerra, se acercó sonriente y la besó.
Este hombre era Glenn McDuffe. Cuenta que se dirigía a Brooklyn
cuando una mujer corrió hacia él para agradecerle su servicio en la armada
americana, puesto que gracias a hombres así, la guerra acababa de terminar,
dando victoria a los Aliados. Él empezó a dar saltos por en medio del ambiente
festivo del momento, hasta que vio a una enfermera (a la que, por su uniforme, reconoció que
había ayudado en la guerra) que lo miraba divertida. Sin decir una sola palabra
más, se acercó a ella y le dio el beso que aún a día de hoy, 60 años más tarde, sigue recorriendo el mundo.
A ella fue sencillo identificarla, fue Edith Shain, una
mujer que posteriormente se hizo profesora, pero en cuanto a la identidad del marinero,
hubo muchos jóvenes que aseguraron ser él. Posteriormente, gracias a una
investigación de una fotógrafa forense que quiso analizar la foto, se supo que
realmente, ese hombre era McDuffle.En cuanto el marinero fue reconocido, la especialista y él
pasaron horas hablando, mientras él le hacía confesiones como “No sé bien por qué lo hice. Simplemente la
vi, preciosa y sonriente, me acerqué a ella y la besé.”
Glenn murió el 9 de marzo de 2014 en Dallas, con una hija y
una esposa.
En cuanto a Edith Shain, confesó que durante la guerra había
visto a mucha gente morir y padecer, ella y sus compañeras. Que solo pensaban
en que ojalá acabase aquella pesadilla de una vez, y cuando se enteró de que al
fin parecía que la paz volvía de nuevo, salió a la calle lo antes que pudo para
festejarlo. Allí vio a un muchacho entre la multitud, gritando y saltando. Le
hizo gracia, le provocó una risa que llevaba muchísimo tiempo sin sentir. De
pronto el joven se acercó a ella decidido y sonriente. Sin decir palabra la
besó, y sin decir palabra se marchó. Posteriormente ella se hizo maestra de
escuela y murió en Los Ángeles en 2010,
con 91 años.
Con todo esto, ahora
invito a todo el mundo que me haya leído que reflexione un poco. Que a veces
gruñimos mucho y besamos muy poco. Que como el mundo está cuerdo, no nos
atrevemos a enloquecer de vez en cuando. Que parece que nos asusta más un “te
quiero” que un “adiós”. Y, sobretodo, que nunca viene de más amar un poquito
mejor, un poquito más despacio y un poquito más dulce.