sábado, 22 de noviembre de 2014

When remember is our worst nightmare.

Ella aún recordaba todo:
Recordaba su perfume como si siguiese acurrucada entre sus brazos.
Recordaba el sabor de sus labios como si lo acabase de besar.
Recordaba su café preferido como si lo hubiese acabado de escuchar pidiéndolo en alguna cafetería.
Como no, recordaba también su voz: unas veces llena de alegría y otras entrecortada por las lágrimas.
Recordaba como acariciaba muy suavemente sus mejillas, como si en cualquier momento se fuera a romper.
Recordaba la forma en que la hacía reír siempre, a base de bromas y chistes malos.
Recordaba que no era de canciones tristes, porque para escuchar eso no escuchaba nada.
Recordaba como la miraba cuando la veía llegar y cuando se despedían. 
Y recordaba su última despedida.
Lo recordaba a él. Lo recordaba a él y todas esas cosas que lo hacían ser él. 
Recordaba como eran felices, como si nada ni nadie pudiese parar eso.
Y, sin embargo, con todo lo que recordaba, ojalá pudiese olvidarlo todo.




jueves, 13 de noviembre de 2014

Lack of love.

Todo empezó con un beso demasiado lleno de indiferencia. Una primera cita totalmente común y un gran silencio, negro como la tinta, que envolvió nuestras vidas cuando estábamos juntos. No fue una gran historia, de hecho rozó lo horrible. Han pasado un tiempo (voy a fingir que no me acuerdo de cuando acabó todo) desde que puso fin a mi sufrimiento. Nunca fue de comprometerse, yo ya lo sabía, pero también ella entendía lo que sentía, y aún así decidió romper cada pedazo de corazón que me quedaba. Estuvimos juntos 8 meses (demasiado para mi gusto), y cuánto más tiempo pasaba más la odiaba. Soledad y frustración fue todo lo que sentía en esa relación.

Hoy me vino nuestra historia a la cabeza, dejándome un vacío absoluto. ¿Por qué me acordé de esto ahora? Porque hoy la vi. Y verla me destrozó un poco más. Qué bien le quedaba ese vestido; con el la conocí en el bar al que solía ir siempre. Me miró descaradamente (nunca le gustó pretender, ni las apariencias) yo también la miraba. Quizá en ese momento vi lo que me había hecho quererla, quizá encendió la llama otra vez, quizá hizo que me olvidara de por qué no funciono...  Su mirada me confundía, ¿me echaría de menos? A lo mejor aún sentía algo, tenía que averiguarlo. Me levanté de la silla de la terraza y me acerqué a ella despacio, pero apareció un hombre; atractivo, bien vestido y que aparentaba tener dinero. Me detuve un instante. Éste se acercó a ella y le dio un beso. Era su novio.

Me echó un último vistazo y se fue con la misma indiferencia con la que llegó. Indiferencia que yo confundí con nostalgia. Ella nunca me echaría de menos, nunca me quiso; no como yo a ella.

Y así volví a casa; un poco más cansado, más roto, con el rostro más triste y la esperanza un tanto más perdida. La peor parte, es que volví echándola de menos. Ella era todo oscuridad, pero era MI oscuridad.


sábado, 8 de noviembre de 2014

Nubes rosas.

Siempre me llamaron la atención las nubes rosas. Son totalmente diferentes, pero nadie le hace ascos por ello, al contrario, todo el mundo aprecia su hermosura.
A veces me pregunto por qué eso no puede ser así también con las personas. Por qué vemos solo la belleza de lo "normal" y lo absurdo de lo "raro". ¿Será por simple desconfianza? Quién sabe. Desde luego que nadie aprecia la belleza que puede tener una casa en ruinas tras la que giran miles de mitos, pero eso me lleva una vez más al punto de que tampoco nos solemos parar a descubrir lo que hay bajo una simple máscara (o en este caso, unas ruinas).
Soy del tipo de personas que cuando ve algo diferente, siente curiosidad y miedo a la vez. A diferencia del miedo o desconfianza de los casos anteriores, miedo por destruir yo misma algo de lo cual no sé nada (quizás esto me venga de que cuando me asustaba por un simple saltamontes, mi madre me gritaba "¡te tiene él más miedo a ti que tú a él!). 
Y, ¿acaso Colón sabía que había una tierra desconocida tras Finisterre? Puede sonar absurdo, pero no deja de ser un ejemplo de valentía y pasión por lo desconoido, y ojalá algún día todo el mundo pueda lanzarse a los brazos del misterio y el miedo para ver su belleza oculta. 
No como esas nubes rosas, que sabemos lo preciosas que son nada más verlas. 

domingo, 2 de noviembre de 2014

Clara, Clara, Clara...

En el café de siempre, sobre las siete, cuando ella sale de trabajar. Llega, se sienta en la misma mesa, coge el mismo libro y pide un descafeinado de máquina, como de costumbre. Cuando entra, en sus ojos se ve la esperanza, aquella que abandona cuando sale. Y cada día se le ve un poco menos alegre, más pálida, con ojos menos brillantes... ¿Algún día volverá? La pregunta de todos los días. Unos la entendían, otros la tachaban de ilusa.
La guerra ya había acabo y no volvió a casa. Se querían tanto... ¿Dónde quedaron las promesas? ¿Por qué no volvía? Así pasan los días, sin noticias, con una leve luz de esperanza, y el corazón algo más frío. Ella y Henry quedaron allí para encontrarse cuando el volviera de la guerra, Clara prometió ir todos los días, esperarle siempre... Cuando se está enamorado no es difícil, o eso creía ella. Sin embargo pasaban los meses y ese amor la consumía. Los pocos amigos que le quedaban le advertían que no iba a volver, que quizá murió o encontró a otra mujer; pero ella seguía insistiendo ''volverá, volverá, estoy segura''.

La verdad es que no volvió, o eso creyó ella. Él estuvo con Clara, todos los días en ese café un poco antes de la hora a la que ella llegaba, pero nunca se atrevió a decirle nada, había pasado mucho tiempo y le atemorizaba que ella ya no le quisiese, sobre todo después de que en una explosión se quemara gran parte del cuerpo y el rostro. El miedo le paralizaba. Henry se sentaba todos los días en la esquina del café, a jugar a observarla cuidando que ella no se diera cuenta. Cuánto se querían...
Hubo un día en el que Henry decidió no pasar más por ese café. Una tarde de Octubre, un hombre muy bien vestido se sentó a hacer compañía a Clara, mostrando un claro interés por ella. Quizá ésta se dejaba seducir, aún sintiéndose culpable por no estar atenta para comprobar si Henry entraba. Pero ese momento nunca llegaba. Aquel hombre, Will, comenzó a ir todos los días con Clara, y ésta le contó su fatal historia de amor que parecía no querer poner fin a su espera y a su dolor.
Clara,finalmente se dejó seducir por un nuevo amor, William Tucker, que prometió hacerla feliz el resto de su vida, y así fue.

El día en que éste besó a Clara en aquel café por primera vez, Henry decidió dejarla ir, decidió liberarla de su propio recuerdo. Pagó su café y se fue de ese lugar para no volver jamás. Los pocos que saben que Henry había vuelto guardaron el secreto, y desde esa tarde de Octubre, nadie supo más de él. Sus amigos dicen que el amor lo enloqueció y huyó a una pequeña cabaña en el monte a la que solía ir con Clara, y según cuentan, allí pasó el resto de su vida. Cuando murió dijeron que sus labios susurraron despacio ''Clara, Clara, Clara...''