domingo, 14 de diciembre de 2014

El arte de la duda.

Coger un tren al infinito y cargarlo de todas las esperanzas que acumulamos en tan poco tiempo. Dejarlas que se vayan, que no atormenten nunca a nadie más. 

Sigo siendo incapaz de ver todas nuestras fotos, de recordar nuestros sueños, de hablar de todo esto sin la voz entrecortada y los ojos húmedos.

Y, para ser sincera, no sé si me arrepiento. Arrepentirse de haber sido felíz, suena raro si. Pero la duda está ahí. La duda está ahí como cuando me preguntaste cuanto te quería del cero al diez y ya no sabía si era diez, si era cinco o si era cero. Porque al fin y al cabo son siempre las dudas las que nos destrozan. El ser o no ser, el me quiere o no me quiere. 

Y es que respiramos, amamos y solo cuando dudamos, existimos de verdad. Puede que sea porque tomamos como ley de vida martirizarnos o porque simplemente la duda nos hace más seguros. Difícil pero en algun sentido supongo que cierto.

Y dudo de si el tren llegará de verdad a algún sitio, si nuestras esperanzas tenían algún sentido o si algún día podré olvidar todo eso, pero hay algo de lo que ya estoy segura:
Del cero al diez, te quería en un nueve, pero las dudas es lo que tienen...

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Esas palabras que no se dicen.

Hay cosas en la vida que no se pueden decir a nadie. Son esas cosas que escribes y luego quemas, esas cosas que piensas y que luego el viento se lleva. Y de todas estas palabras perdidas son cómplices las canciones; canciones que son una breve melodía de nuestro propio pensamiento. Sobre todo las tristes, las que nos recuerdan todas las cosas que tuvimos que haber dicho, pero que nunca llegamos a decir.

Yo tengo que admitir que jamás podría decirle que le echo de menos,que guardé en un baúl todas las risas, las miradas y todo esos bailes que eran tan nuestros. Que ni siquiera se me presenta borroso su  maldito recuerdo. Que un río fluye por mis ojos cada vez que suena nuestra canción...

Tampoco podría contarle cuántas veces soñé con él y las innumerables veces que mi almohada fue un valle de lágrimas por pensar en todo lo que he perdido.

¿Cómo decirle que un pedazo de mi alma se ha ido con él? ¿Cómo explicarle que no debería haberle dejado escapar? ¿Cómo dejar de sentirse culpable? ...

Silencio. Silencio es lo único que obtendré. Y que su mirada impasible llegue al fondo de mi alma. Y cuando su indiferencia ante mis palabras destroce lo último que me queda de amor por él, seré libre. Libre para atreverme a ofrecer mi amor a otra persona y romper las cadenas que me atan a un hombre tan horrible. Libre para volver a ser yo.

Pero como antes decía, estas son las cosas que nunca me atreví, o me atreveré a decir. Así que esto será de esas cosas que se lleva el viento, que destroza el tiempo o que simplemente no llegará a su destinatario. Y el miedo a la tristeza perpetua me paraliza; pero esa ansiada libertad solo está reservada para los valientes.