miércoles, 27 de mayo de 2015

Ya que el mundo está cuerdo, perdamos nosotros la cordura.

Seguramente no haya nadie, o casi nadie que no conozca esta foto. Pero, ¿La historia?
Sucedió el 14 de agosto de 1945. Nada más acabar la segunda guerra mundial, un marinero, eufórico deambulaba por entre las miles de personas que se encontraban en Times Square y al ver a una enfermera que sabía que había ayudado a los heridos de guerra, se acercó sonriente y la besó.

Este hombre era Glenn McDuffe. Cuenta que se dirigía a Brooklyn cuando una mujer corrió hacia él para agradecerle su servicio en la armada americana, puesto que gracias a hombres así, la guerra acababa de terminar, dando victoria a los Aliados. Él empezó a dar saltos por en medio del ambiente festivo del momento, hasta que vio a una enfermera  (a la que, por su uniforme, reconoció que había ayudado en la guerra) que lo miraba divertida. Sin decir una sola palabra más, se acercó a ella y le dio el beso que aún a día de hoy, 60 años más tarde, sigue recorriendo el mundo.

A ella fue sencillo identificarla, fue Edith Shain, una mujer que posteriormente se hizo profesora, pero en cuanto a la identidad del marinero, hubo muchos jóvenes que aseguraron ser él. Posteriormente, gracias a una investigación de una fotógrafa forense que quiso analizar la foto, se supo que realmente, ese hombre era McDuffle.En cuanto el marinero fue reconocido, la especialista y él pasaron horas hablando, mientras él le hacía confesiones como “No sé bien por qué lo hice. Simplemente la vi, preciosa y sonriente, me acerqué a ella y la besé.”
Glenn murió el 9 de marzo de 2014 en Dallas, con una hija y una esposa.

En cuanto a Edith Shain, confesó que durante la guerra había visto a mucha gente morir y padecer, ella y sus compañeras. Que solo pensaban en que ojalá acabase aquella pesadilla de una vez, y cuando se enteró de que al fin parecía que la paz volvía de nuevo, salió a la calle lo antes que pudo para festejarlo. Allí vio a un muchacho entre la multitud, gritando y saltando. Le hizo gracia, le provocó una risa que llevaba muchísimo tiempo sin sentir. De pronto el joven se acercó a ella decidido y sonriente. Sin decir palabra la besó, y sin decir palabra se marchó. Posteriormente ella se hizo maestra de escuela  y murió en Los Ángeles en 2010, con 91 años.

 Con todo esto, ahora invito a todo el mundo que me haya leído que reflexione un poco. Que a veces gruñimos mucho y besamos muy poco. Que como el mundo está cuerdo, no nos atrevemos a enloquecer de vez en cuando. Que parece que nos asusta más un “te quiero” que un “adiós”. Y, sobretodo, que nunca viene de más amar un poquito mejor, un poquito más despacio y un poquito más dulce.