lunes, 29 de agosto de 2016

Lluvia de verano.

El cielo está nublado, puede que se aproxime una tormenta; sin embargo, es verano, 19 de julio para ser precisos. ''Hace día de quedarse en casa'', pensé, así que me dispongo a buscar un vinilo en mi estantería, coloco uno lento, el de la banda sonora de Amélie. Comienza a sonar ''Si tu n'étais pas là''; me dejo caer sobre la butaca que está al lado de la ventana mientras pienso en cuanto me gustan los días grises en verano. Me permito perderme un momento entre la fina lluvia que resbala en el cristal, entre las hojas de los árboles que rozan la ventana movidos por la brisa, entre la gente; entre esa gente que escapa de la lluvia; y esa lluvia que tan solo es agua. No entiendo por qué nos refugiamos de algo tan esencial para la supervivencia humana como es el agua.
Sigo embobada mirando a la gente pasar, hasta que reparo en un chico que no se está refugiando de la lluvia; está totalmente absorbido por un libro. A él no le hace falta refugiarse, ya está lejos de ahí... De hecho tiene una infinidad de mundos al alcance de su mano. ¿Se daría cuenta de que ha empezado a llover?
La lluvia va ganando intensidad a medida que pasa el tiempo, y estoy segura de que aquel chico no alejó su mirada del libro ni un minuto. ¿Qué estará leyendo? A decir verdad despertó una cierta envidia en mi, él está tan lejos de la realidad... Una gran sonrisa invade su rostro, podría asegurar con firmeza que es la sonrisa más hermosa que he visto en años, es tan pura y tan sincera... Podría contemplarla toda la vida. Cierra el libro y empieza a recoger todas sus cosas. De pronto, debido a un gran impulso que se apoderó de mi, abro la ventana y en un momento de poca cordura le grito: ''¿Cómo se llama el libro?''. Como es normal se sobresalta y busca inquieto de dónde procede la voz; ''Aquí'', digo gritando otra vez mientras balanceo los brazos. Conseguí hacer surgir la sonrisa de la que me había enamorado hace unos minutos, sus ojos marrones casi negros me están mirando ahora fijamente, y sus filas de negras pestañas rizadas me señalan. Noto un rubor infantil subiendo por mis mejillas, sin embargo tengo que luchar contra el pánico, y pese a sentirme incapaz de articular palabra, vuelvo a formular mi pregunta ''¿Cómo se llama el libro?''. Se quedó mirándome fijamente y dijo sonriendo: ''Me sentiría realmente decepcionado si no bajaras tú a averiguarlo después de estar mirando como lo leía durante una hora''. Solo con pronunciar esas palabras mi cuerpo comenzó a temblar por los nervios, y de mis labios surgió una sonrisa de emoción. ''Helena'', dije, ''Yo Paris'', dijo él.
Por supuesto, no estoy muy segura de que se llame Paris, pero voy a jugar a creérmelo un rato. Ay... Cómo me gusta dejarme enredar.