domingo, 2 de noviembre de 2014

Clara, Clara, Clara...

En el café de siempre, sobre las siete, cuando ella sale de trabajar. Llega, se sienta en la misma mesa, coge el mismo libro y pide un descafeinado de máquina, como de costumbre. Cuando entra, en sus ojos se ve la esperanza, aquella que abandona cuando sale. Y cada día se le ve un poco menos alegre, más pálida, con ojos menos brillantes... ¿Algún día volverá? La pregunta de todos los días. Unos la entendían, otros la tachaban de ilusa.
La guerra ya había acabo y no volvió a casa. Se querían tanto... ¿Dónde quedaron las promesas? ¿Por qué no volvía? Así pasan los días, sin noticias, con una leve luz de esperanza, y el corazón algo más frío. Ella y Henry quedaron allí para encontrarse cuando el volviera de la guerra, Clara prometió ir todos los días, esperarle siempre... Cuando se está enamorado no es difícil, o eso creía ella. Sin embargo pasaban los meses y ese amor la consumía. Los pocos amigos que le quedaban le advertían que no iba a volver, que quizá murió o encontró a otra mujer; pero ella seguía insistiendo ''volverá, volverá, estoy segura''.

La verdad es que no volvió, o eso creyó ella. Él estuvo con Clara, todos los días en ese café un poco antes de la hora a la que ella llegaba, pero nunca se atrevió a decirle nada, había pasado mucho tiempo y le atemorizaba que ella ya no le quisiese, sobre todo después de que en una explosión se quemara gran parte del cuerpo y el rostro. El miedo le paralizaba. Henry se sentaba todos los días en la esquina del café, a jugar a observarla cuidando que ella no se diera cuenta. Cuánto se querían...
Hubo un día en el que Henry decidió no pasar más por ese café. Una tarde de Octubre, un hombre muy bien vestido se sentó a hacer compañía a Clara, mostrando un claro interés por ella. Quizá ésta se dejaba seducir, aún sintiéndose culpable por no estar atenta para comprobar si Henry entraba. Pero ese momento nunca llegaba. Aquel hombre, Will, comenzó a ir todos los días con Clara, y ésta le contó su fatal historia de amor que parecía no querer poner fin a su espera y a su dolor.
Clara,finalmente se dejó seducir por un nuevo amor, William Tucker, que prometió hacerla feliz el resto de su vida, y así fue.

El día en que éste besó a Clara en aquel café por primera vez, Henry decidió dejarla ir, decidió liberarla de su propio recuerdo. Pagó su café y se fue de ese lugar para no volver jamás. Los pocos que saben que Henry había vuelto guardaron el secreto, y desde esa tarde de Octubre, nadie supo más de él. Sus amigos dicen que el amor lo enloqueció y huyó a una pequeña cabaña en el monte a la que solía ir con Clara, y según cuentan, allí pasó el resto de su vida. Cuando murió dijeron que sus labios susurraron despacio ''Clara, Clara, Clara...''

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